SEGUNDO CAPITULO DE "MI VENGANZA":
Un niño tierno de cabello castaño y ojos claros de 8 años de edad, abre las puertas de la iglesia muy temprano en la
mañana, al ver a la mujer en el suelo desvanecida se impacta y trata de ayudarla pero el pobre no tenia las fuerzas de hacerlo solo.
Entonces entra a la iglesia para llamar al sacerdote, va corriendo y
vuelve con el padre jalándolo por un brazo, el preocupado decide ayudar a la mujer, la lleva al cuarto de la sacristía
sin pensarlo.
La casa de Juan Felipe era una de las más lujosas y formidables; estaba llena de arte y objetos que adornaban la residencia, en la sala estaba levantando fumando un cigarro mientras que hablaba con uno de sus escoltas:
- ¿No la consiguieron?
-No señor, nada. -Responde el escolta sin tardar.
-Vayan al mismo lugar, ella no conoce mucho el estado así que debe estar
rondando por ahí para no perderse.
-Pero señor, ayer toda la noche la buscamos y nada. -Responde el escolta un
tanto saciado.
-La noche la ayudo. Vayan y tráiganmela ¡es una maldita orden! -exclamo Juan Felipe encolerizado.
-Sí señor. -No hizo más que aceptar e irse.
Con unos tacones altos y un vestido corto baja las escaleras y se dirige a
la sala, una mujer con cabello largo negro
y unos hermosos ojos verdes llamada Érica y le cuestiona a Juan Felipe al estar frente a él:
-No podemos perder a Raíza, es nuestra única salida.
- ¿Crees que no lo sé? …Desgraciada, no debimos ser tan confiados Érica. -Le
responde sentándose en el sofá negro que estaba tras él.
-Ella tiene que estar perdida, no conoce nada de este estado. Eso es un
punto a nuestro favor. -.Lo acompaña sentándose en el mismo sofá-. ¿y si perdió a
la niña? No debiste tocarla.
- ¿Qué te puedo decir? Perdí el control.
Volviendo a la iglesia… Raiza quien estaba acostada en la cama reacciono por las fuertes puntadas del
embarazo. El padre entra con un pañuelo empañado de agua y cuando la ve despertarse le dice alegre:
-Hija de dios, por fin reaccionaste.
- ¿Quién… quien es usted? ¿Dónde estoy? -Pregunto ella asustada y mirando a su merced.
-Tranquila, tranquila…
- !Ay, que dolor, ay…! -Gimió de dolor por la potente puntada que sintió en el vientre.
-¿Qué te pasa? ¿Te duele? -Le dijo acariciándole la barriga.
-Nada, nada… no me haga… no me haga nada…
-Yo soy un sacerdote no te haré ningún daño. Creo que vas a parir, hija. -Acoto angustiado.
Continuara...
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