Ser el desdichado dueño de esa soledad que cala el alma, que se mete en
tu vida y te ahoga en llanto, en desolación, en abandono, donde no eres
nadie para nadie, donde no sabes amar y no puedes amar. Y como si fuera
un destierro del ser y del alma, esa soledad degenera la posibilidad de
amar y ser amado, de ser feliz, de tener esperanza, de alcanzar la paz,
de formar una familia y de ser parte de una, de tener amigos sinceros.
Esa soledad de miedos, soledad de angustia, soledad de desconfianza e
inseguridades, soledad de soledades que ni siquiera Dios acompaña,
soledad que no perdona, soledad de rencores y recuerdos siempre
presentes, soledad que no olvida, soledad de penar constante que
transforma en miserable una vida que vino a no ser tragedia y termino
convirtiéndose en una.
John G
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