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domingo, 16 de diciembre de 2012

"La muerte toco a su puerta y se lo llevo"

   Mientras estás acostado abrazado de la soledad y la calma, te pones a pensar, y extrañar algunas cosas que hacías antes, y caes en el orificio de los recuerdos, buscas a las personas que sentías que no podrás vivir sin ellas, de las que se van sin previo aviso, sin decirte adiós. Que fuerte es contar los años con las manos  y sorprenderte al darte cuenta que no han pasado tanto desde que el capricho de esa maldita enfermedad se lo llevo al mundo de los muertos.
Estás indagando en tu mente los momentos que hoy son recuerdos gratos, de todos modos no pierdes esa costumbre de volver tus ojos vidriosos y batallar con las lagrimas que ruedan por tu rostro.
Duele ver a alguien partir, con quien compartiste  situaciones que jamás serán olvido,  situaciones que te llevan a asomar la sonrisa como motivo de nostalgia y felicidad a la vez. Recordar a alguien cuando estaba vivo que luchaba descalzo sin importarle donde y cuando caminara, es preferible a verlo decaer y ver el brillo de la muerte llenándose en sus ojos inocentes.  Cuantas veces volteaste la vista para no verlo morir, no verlo irse poco a poco, como lo carcomía por dentro esa impredecible enfermedad, que toco a tu puerta y jamás se fue.

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